miércoles, 22 de diciembre de 2010

Los hermanos Karamazov - El gran inquisidor

Iván- (...)¿sabes Aliosha?, no te rías, pero compuse un poema, hará cosa de un año. Si puedes perder aún unos diez minutos más en mi compañía, te lo contaré, ¿quieres?
Aliosha-¿tu has escrito un poema?
Iván-Oh, no, no lo he escrito - se rió Iván-; en mi vida he compuesto ni dos versos. Pero ese poema lo concebí y lo recuerdo. Lo concebí con entusiasmo. Tú serás mi primer lector, es decir, oyente. En efecto, para qué ha de perder el autor aunque sea a un sólo oyente - se rió Iván- ¿Te lo cuento o no?
Aliosha-te escucharé con mucha atención
Iván-Mi poema se titula "El Gran Inquisidor", es una cosa absurda, pero quisiera contártela.
(...)Han transcurrido ya quince siglos desde que prometió volver a su reino, desde que su profeta escribió: "Volveré pronto." "Empero nadie sabe nada de día y de la hora, ni aún los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, si no el Padre", tal como dijo Él estando aún en la tierra. Pero la humanidad le espera con la misma fe, pues desde hace quince siglos se han interrumpido las promesas del cielo al hombre:
"Cree lo que el corazón te diga, 
no hay promesas de los cielos"
¡Y no queda más que la fe en lo dicho por el corazón! Cierto, había entonces muchos milagros. Había santos que efectuaban curas prodigiosas; a algunos justos varones, según sus biografías, se les aparecía la propia Reina de los Cielos. Pero el diablo no duerme y en la humanidad germinó la duda sobre la autenticidad de tales milagros. Una nueva y terrible herejía apareció entonces en el Norte, en Alemania. Una estrella grande, "ardiente como una antorcha" (es decir, la Iglesia) "cayó sobre las fuentes de las aguas..., que se volvieron amargas". Tales herejías empezaron a negar, blasfematoriamente, los milagros. Pero tanto más ardiente se hace la fe de quienes siguen creyendo. Las lágrimas de la humanidad continúan elevándose hacia Él como antes, le esperan, le aman, confían en tantos siglos, la humanidad rezaba con fe y pasión: "Señor, dígnate a venir a nos"; cuántos siglos le invocó para que Él, con su compasión infinita, quisiera descender al lado de los suplicantes.  Ya antes había descendido, había visitado a algunos justos, mártires y santos anacoretas en la tierra, según está escritos en sus "vidas". Entre nosotros, Tiútchev, que creía profundamente en la veracidad de sus palabras, ha proclamando que
Abrumado por el peso de la cruz,
como un simple esclavo, el Rey de los Cielos
de punta a punta, tierra mía 
te ha recorrido y te ha bendecido
Lo cual es exacto, te lo digo yo. He aqui, pues, que Él quiso mostrarse aunque sólo fuera por un momento al pueblo, a ese pueblo atormentado, sufrido, hediondamente pecaminoso, pero que le ama de todo corazón, como un niño. La acción pasa en España, en Sevilla en los tiempos más pavorosos de la Inquisición, cuando a la mayor gloria de Dios las hogueras ardían diariamente en el país y 
En magníficos autos de fe
quemaban a los perversos heréticos.
Desde luego, ése no era su descenso a la tierra, tal como aprarecerá, según promesa suya, al fin de los tiempos, en toda su gloria celestial, repentinamente "como un rayo que birlle del Oriente al Occidente"(...)


Extraído del los hermanos Karamazov, segunda parte libro V; El gran Inquisidor, de Iván a su hermano Aliosha

1 comentario:

  1. ¡Grande Karamazov! un libro bastante extenso (1.113 págs.) pero que despertó un estímulo inmenso en mi para continuar leyéndolo. Los diálogos y las descripciones que hace Dostoyevski sobre sus personajes son magistrales, define sus pensamientos y temores de modo que te llega a introducir de tal modo en la narración que cuesta comenzar y no terminar. Esta parte del relato que comparto aquí, es para mi una de las bases del existencialismo y del cambio de mentalidad que se estaba viviendo a finales del sigo XIX en Rusia. Se denotaba una sociedad gastada y cansada de la influencia de la iglesia y sus teorías.

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